Hoy después de la escuela fui al Blockbuster para saciar mis ganas de rentar películas, soy un verdadero fanático de todo eso. Cuando abro la puerta y respiro profundo, es como si inhalara la imaginación de esos grandes cineastas. Sinceramente es uno de los mejores lugares creados en el universo. En vez de ir a bailar o a beber, prefiero adentrarme a los grandes parajes que tiene este preciado video-club.
Mientras me decidía por las que fueran de mi agrado, llegué a uno de los estantes que más me encantan, es decir, la sección de “terror”. Tomé entonces el estuche de la película “El diario de los muertos”, por George A. Romero (que por cierto es uno de mis directores de cine favorito, gran padre del cine zombi), y recordé algo muy curioso que se había rumoreado cuando iba en la primaria. Hace mucho tiempo que ese rumor se había olvidado.
Era una noticia que no debía comunicarse en ninguno de los medios masivos, ni en el periódico, ni en la radio, ni en la televisión y mucho menos en el Internet. Sin embargo, se decía que lo habían ocultado para no ocasionar pánico en la gente, así que lo desmintieron; pero fue como un secreto a voces, porque algunos de los que vivieron aquel suceso consiguieron escapar y publicaron de su experiencia en foros, redes sociales y demás sitios web.
Fue algo muy renombrado en aquella época, y cuando recién había ocurrido, mis compañeros hablaban de todo eso en el recreo. Recuerdo que se llegó a saber en la escuela por una simple persona, y por supuesto que se trataba de uno de mis populares amigos, el gran Twister. Pasé a la cafetería por unas golosinas y cuando iba cruzando la cancha observé que se estaba formando una especie de “reunión” en círculo.
—Hola, ¿qué cuentas ahora Twister? —pregunté indagando con entusiasmo, puesto que imaginé que estuviese hablando acerca de otra cosa.
—Llegaste justo a tiempo para escuchar la historia que leí en Internet, ni se lo imaginan.
—Deja de alardear, ¿qué historia? —habló David, uno de mis compañeros que se encontraban en ese momento.
—Imprimí todo, no se desesperen.
Sacó de su bolsillo cuatro hojas dobladas. Todos esperamos intranquilos por la lentitud con que se movía, pero apenas y las desdobló supimos claramente que la narración sería increíble. Cada cosa que nos solía relatar siempre nos dejaba boquiabiertos, sobretodo por los temas que mencionaba. Él era el típico cuenta cuentos del salón, tú sabes, el que decía historias de fantasmas, ovnis y cosas raras.
Sin embargo esta historia se me quedó en la mente más que otras, supongo que por lo raro y curioso del asunto. Lo que están a punto de leer, seguro les dejará impresionados. Yo lo estuve un buen tiempo.
Twister alzó la voz y con un tono tétrico empezó a narrar lo que decía en las hojas de papel…
«Hola, mi nombre es Michael… y fui uno de los sobrevivientes del extraño evento del Blockbuster nuevo. Las noticias lo mencionan como una broma, como un simple juego, como algo que nunca fue verdad. Pero no es cierto, yo soy la prueba viviente de que todo eso sí ocurrió. No soy el único, hay más que pudieron escapar de aquel lugar; si alguien llega a leer esto, por favor, no lo callen y háganlo saber de alguna forma.
Cuando la violencia en mi tierra natal se había desatado de una manera alarmante, me mudé al poblado de Anomalía, una pequeña ciudad en la que los cines escaseaban y la piratería ni siquiera asomaba sus mañas. Por ello, unos hombres decidieron construir un Blockbuster en el centro. Me pareció increíble puesto que yo solía rentar películas y videojuegos en mi antigua ciudad. Eso significaba “no más horas de aburrimiento”.
Lo mejor era que se construiría a unas cuatro cuadras de mi casa, así que podría visitarlo cuantas veces quisiera. La construcción se tardó aproximadamente medio año, después, camiones de carga traían las películas para poder organizarlas en los estantes. Cuando iba y venía, ya sea de la escuela, del parque, de la tienda o de algún otro lugar, me cercioraba si por fin estaba abierto, pero tardó un poco más.
Desde “románticas”, “artísticas”, “documentales”, “para adultos”, “terror”, “ciencia ficción”, “fantasía”, “suspenso”, “drama”… Yo no podía creerlo cuando entré al establecimiento por primera vez aquella noche; estaba en el mundo de los géneros cinematográficos y hace mucho tiempo que no los veía. Una sonrisa se forjó en mis labios inmediatamente, y cuando quise dar el primer paso, alguien me detuvo.
—Buenas tardes joven, ¿puedo ayudarlo a buscar un título?
Era una chica, vestida con un uniforme azul, usando cola de caballo y una gorra que cubría su cabello rubio. Mientras tanto, en su playera, un distintivo sostenía su nombre con un broche. “Diana Vázquez”, se llamaba.
—No, en realidad me gustaría sacar mi tarjeta de renta, quiero volverme socio distinguido.
—Por supuesto, sígame por favor —contestó y me dirigió a la barra de cobro.
—¿Será tardado?, es que no avisé a mi casa —sostuve para no demorar.
—En lo absoluto joven, no será mucho tiempo. Sólo necesito que llene esta hoja con sus datos.
—Está bien —accedí, tomándola.
—Me avisa cuando termine. —Pasó a atender a los demás clientes.
El documento pedía cosas sencillas, como mi nombre, dirección y número telefónico. Debo admitirlo, jamás me gustó rellenar hojas de ese tipo.
Como era de natural, cada Blockbuster tenía televisiones instaladas a lo alto de las paredes, mismas donde se transmitían videos grabados acerca de las últimas recomendaciones de películas o videojuegos. He aquí el grave problema de esta historia. En el transcurso de mi pluma peleando con el papel, escuché lo que se mencionaba en las pantallas. Aunque no le tomé mucha importancia al principio, alcancé a escuchar pequeñas partes de la transmisión, pero nada que realmente captara mi interés.
Ahí es cuando sucedió, las pantallas se apagaron emitiendo un último ruido, como un molesto quejido. Levanté la mirada hacia los televisores de la misma manera que los demás clientes hicieron. Volvieron a encenderse y mostraron una serie de imágenes que no dejaban de rodar.
Las animaciones llegaron a transmitirse muy velozmente para nuestras miradas; aunque subconscientemente logramos captarlas lentas y detalladas. ¿Cómo lo sé? Ni yo mismo podría responderme, pero fue una especie de truco subliminal muy extraño e innovador.
La primera imagen que pude ver fue a un hombre en el parque, parecía hambriento y su rostro era desquiciado. Corrió por los campos para morder a una mujer en el cuello; luego, otra imagen se hizo presente.
Se trataba de una joven ubicada en una especie de asilo, enterrando una navaja en el estómago de un anciano. Éste cayó aún con vida; sin embargo y para su mala fortuna, la joven se acercó lentamente para terminar con él.
Después un niño apareció en pantalla. Estaba sentado en un gastado catre mientras que su rostro le descubría tener un intenso malestar. Vomitaba descontrolado entre sus sábanas cuando una silueta se trazó a su espalda y bateó con ira la cabeza del infante. La grabación terminó.
Justo cuando la pantalla regresó a las transmisiones regulares, algunos cuantos cayeron al suelo para convulsionarse, mientras volvían sus ojos en blanco. Los que quedaron, empezaron a vomitar, y entre ellos me incluyo. Diana Vázquez fue una de las que cayó al suelo para convulsionarse, pero después de unos cuantos segundos, la uniformada del Blockbuster se levantó, al igual que todos los demás en su misma situación. La vi de lejos, corrió por entre los estantes que tenían las películas de terror.
Fue escalofriante. Mantuvo los ojos totalmente en blanco y con espuma escurriendo por su quijada; se lanzó bruscamente contra un hombre para morderlo en el cuello, así hasta destrozarle la yugular. Así mismo, una mujer tras recuperarse de su ataque repentino, sacó de su bolso una navaja suiza, y corriendo hasta el primer sujeto que tenía enfrente lo apuñaló en el abdomen hasta asesinarle. Reitero, ella también tenía los ojos en blanco y espuma escurriendo por toda su boca.
Imagino que ya habrán comprendido lo que estaba ocurriendo.
Quedé sorprendido al ver el mismo comportamiento salvaje en un niño que salió de la sección de videojuegos, se movilizó sobre los estantes y a una velocidad impresionante se arrojó contra una mujer para arrancarle la nariz de un solo mordisco, con una fuerza innatural.
Ni se diga, yo estaba horrorizado… sin siquiera poder moverme. Vi que otro empleado del Blockbuster había sido manipulado por las imágenes. Se hallaba de pie y su mirada puesta sobre mí. Temblando, retrocedí lentamente con intención de escapar, sólo provocando que tomara una pluma de la barra y corriendo hacia mí intentara clavármela.
Huí directamente por la salida que tenía a unos metros de distancia, apenas consiguiendo evadir el asalto de ese poseído; y dejando atrás los ensordecedores gritos, no detuve mi paso. El sujeto aún me perseguía, puesto que de igual manera cruzó la puerta con intención de alcanzarme. Seguí hasta la otra calle, y escuchando un disparo a mis espaldas, me escondí en uno de los contenedores de basura que había por ahí.
Me asomé con un poco de curiosidad para darme cuenta de algo: una gran camioneta negra se había estacionado afuera del Blockbuster; sin embargo, lo que más quedó grabado en mi mente fue ese extraño nombre que tenía marcada en una de las puertas, uno que decía: “Sinneslöschen”.
Por las ventanas del vehículo unos hombres asomaron las puntas de sus armas. Esto para dispararle a todos los que intentaban escapar… Fue una masacre. Cada uno de los sobrevivientes que se asomaban fuera del establecimiento, cada uno recibió un balazo en la cabeza. El uniformado que me había perseguido permanecía tendido en el suelo, vaciando su sangre sobre el pavimento.
Por lo que vi, sólo dos más aparte de mí se las ingeniaron para huir ilesos.
Los extraños entraron al video-club y retiraron todos los cuerpos, lanzándolos dentro de la camioneta. Se marcharon luego de eso…
Todo fue tan súbito. Irreal… Algún desquiciado, bizarro experimento; y al darse cuenta de los efectos provocados, decidieron deshacerse de todo lo que supuestamente ya habían comprobado. Un mensaje de control mental, ya que desde ese suceso claramente he perdido parte de mis facultades. Esas transmisiones continúan asaltándome en momentos aleatorios del día, unas que ni recuerdo haber visto en el momento. Me hace pensar con cuánta basura infestaron nuestras cabezas en esos pocos minutos…, y si verdaderamente habrán conseguido manejar a gusto tal terrible efecto».
Esa fue toda la historia que nos leyó Twister. La recuerdo muy bien pues nos sorprendimos demasiado. Admito que me encanta visitar el Blockbuster hoy en día, pero supongo que no podré evitar la escabrosa sensación que me hace imaginar ese relato.
Claro, aún persiste una pregunta en todo esto: ¿será cierto…?
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