Sobre monstruos y fantasmas se han hecho historias para tirar hacia arriba. Pero los que tienen dos neuronas vivas saben que estos personajes y hechos sobrenaturales existen sólo en la imaginación del ser humano, y que es el instinto y el pensamiento de éste el que asocia tal atroz ataque a la realidad con un rechazo profundo, ya que estas criaturas representan todo lo que hace a las personas experimentar sentimientos y emociones que atentan contra su bienestar y generan un estado de total desolación y penuria, o bien representan lo desconocido, sentimientos que provocan una intolerable desesperación al no poder tener un asomo de lo que depara el futuro y a lo que se le suma la profunda molestia de sacar a la gente de una cómoda realidad.
Lo cierto es que estos sentimientos son causados por reacciones de nuestro cerebro hacia lo que éste, inconscientemente, cree que nos puede causar daño. No hay nada místico en ello Son formas naturales de subsistencia que se desarrollaron al pasar de la evolución humana.
En los últimos años, los hombres de todo el planeta desarrollaron métodos y tecnologías con los que lograron ampliar notablemente la facilidad con la que se desenvuelven en su vida y hacerla enteramente más placentera. Por esta razón, un medico inglés muy anciano, con un cuerpo extremadamente débil y gastado por los años llamado Kalrc Keply, que se había especializado en la actividad sensorial del cerebro, comenzó una investigación minuciosa sobre los efectos que los sonidos pueden tener en el sistema sensorial del ser humano. Un fruto del profundo amor y placer que le causaba la música al gestor del proyecto. Tomó un curso inesperado cuando, gracias a los desarrollados aparatos que posibilitaron esta investigación, captaron en las ratas de laboratorio con las que había experimentado una fuerte corriente de actividad neuronal en las zonas del cerebro de las criaturas que estaban orientadas a alertarles de peligro. Las mismas zonas que se activarían frente a la perspectiva de un posible depredador resaltaron en color rojo en la pantalla donde el frustrado científico monitoreaba el curso de su proyecto, y digo frustrado porque se suponía que los sonidos minuciosamente estudiados que contenían la grabación con la que se estaba sometiendo a los animales, debía causar el efecto contrario, es decir, estaba destinado a sumir a los roedores en un estado de placer absoluto, un placer que no pudiese ser conseguido por métodos ordinarios.
Naturalmente los sujetos del experimento se tornaron violentos y parecían muy alterados, por lo cual el científico detuvo la grabación.
Supongo que Keply consideró la posibilidad de que el cerebro de las ratas debía reaccionar de manera totalmente distinta al de los seres humanos, y me sorprendió la imprudencia que la curiosidad desató en él gracias a la reacción de sus animales, ya que visto y considerando que hablamos de un hombre de ciencia, es muy extraño que las ansias de saber cuál fue el resultado de su creación superen la lógica y el sentido común, no se necesita tener muchas luces para considerar que la posibilidad de que fue un error en la programación del sonido lo que causó el repentino enloquecimiento de los animales es bastante más acertada que la teoría de que la reacción provocada por aquel sonido sea tan diferente en dos especies que resguardan tantas similitudes.
Otra posibilidad es que el doctor concluyó que, en todo caso, el riesgo a tomar no era tan grande; pero como fuese que se dieron sus pensamientos, decidió probar la grabación en sí mismo filmándose con una videograbadora. Kalrc Keply no podía estar tan errado en sus suposiciones.
«Me senté a ver la grabación en el mismo computador que se habían llevado a cabo la noche anterior los estudios sobre los “sonidos del placer” pues así se titulaba el proyecto que inició mi compañero de estudios en un laboratorio cuyo nombre no recuerdo ni quiero recordar de la gloriosa ciudad de Los Ángeles».
Durante los primeros 5 minutos el rostro y el cuerpo del hombre permanecieron inmóviles con un gran auricular en cada oreja; las emociones que emitía se asemejaban un poco a la decepción, causada por el nulo efecto que la grabación producía en él y en parte al aburrimiento, por estar 5 minutos, que se hicieron bastante largos, sin hacer nada.
Pasado este lapso de tiempo en el que el sonido parecía ser el resultado de un estudio fallido, Kalrc comenzó a dar minúsculos sacudones como si se hubiese sumido tanto en el sonido, que la percepción de los movimientos involuntarios de su cuerpo pasaron a ser desapercibidos por él. Tras los 20 minutos el doctor daba la impresión de entrar en un estado de adormecimiento y despreocupación desconcertantes aún a los ojos de un científico e inclusive ante los de alguien que hubiese estudiado las emociones humanas. El estado inducido por el sonido era de una relajación hermosa y a la vez preocupante, era como si poco a poco la persona que mostraba la filmación fuese muriendo en paz , como si poco a poco fuese dejando su cuerpo a merced de el sonido.
Pero si esto puede parecer el resultado fructífero del experimento desarrollado por Keply es porque lo que en realidad estaba pasando dentro de su cabeza no puede ser imaginable para el que ve la filmación. La verdad, a mi entender, la mente y la cordura de el sujeto estaba realmente abandonando su cuerpo y era esa la razón por la que sus gestos parecían acercarse cada vez mas a una relajación y paz incompresible.
Aún así, teniendo en cuenta que lo que mostraba la grabación era ya sorprendente, lo que ocurrió después de los 30 minutos cuando el desafortunado científico pareció por fin abandonar toda conciencia de sí mismo, sobrepasó los límites del asombro para aventurarse en los términos de un horror demasiado traumante como para repetir con demasiado lujo de detalles, aun con intenciones meramente informativas. Es difícil expresar en palabras cómo puede un rostro humano deformarse mas allá de los límites imaginables, porque no estoy hablando de un rostro estéticamente muy desagradable o morbosamente transformado en un recuerdo de lo que era antes de la terrible metamorfosis que me veo obligado a revivir en estos momentos. La cara de el doctor se convirtió en menos de dos segundos pasando a ser la más terrible personificación del terror puro plasmado en una especie sonrisa demencial provocada por la imposible tensión que se produjo en todos sus músculos. La carne de la cabeza parecía estar siendo arrastrada por una fuerza invisible e increíblemente fuerte hacia atrás dejando un tejido de músculos sonriendo con una locura impropia de cualquier cosa viva que se había desplazado del cráneo, dándole un aspecto que sobrepasaba lo asqueroso y aterrador para llegar a un punto en el que lo imposible de la imagen transmitía un sentimiento de desgracia total, una desgracia tan invasiva que hacia al que la sentía rozar la línea del delirio.
No soporté más de diez segundos frente a la pantalla en los cuales la desesperante, insana y absurda imagen del tensionado rostro de la demencia que ya había comenzado a sangrar, reacción provocada por el más imposible desprendimiento de tejido muscular, iba rápidamente aumentando el nivel de terror que profesaba lo que ya no era ni un recuerdo de la cara de Kalrc Keply.
Me eché aún de pie contra una pared en la que me sostuve con mis brazos y clavando la mirada fija en el suelo mientras pensamientos que, en un no muy fructífero intento de calmarme, surcaban mi mente a mares tratando de explicar la imposible reacción del doctor frente a su mala suerte de experimento. Trataba de no pensar como científico porque la realidad es que todavía faltaban 5 minutos para que la grabación terminase y me daba terror volverme hacia la pantalla, como si en ella estuviese la mismísima cara de la locura esperando para atacarme de nuevo. Esperé pacientemente el tiempo restante con la esperanza de que alguien más entrara en la habitación en la que me había dispuesto a ver el video, desgraciada o tal vez afortunadamente, solo.
Pero lo que sucedió a continuación me hizo huir de la habitación alarmado. Inmediatamente después de lo que a mi parecer fue el fin de los sonidos, Keply exhaló un grito que parecía ser impulsado por una fuerza demasiado sobrenatural para ser propia. Fue un grito compuesto por mil chillidos diferentes, algunos graves, otros agudos, con el que tal vez expresó toda la desgracia y el dolor mental que debió sentir al volver a lo que quedaba de su cuerpo después de una sesión alienante tanto física como psicológica de sonidos. Un grito tan absurdamente potente para un ser humano que de ni en el más extremo estado de demencia podría haber sido emitido a voluntad propia. Se podía sentir cómo las cuerdas vocales se desgarraban hasta volverse inútiles hilos de músculo y sangre que hacían gárgaras cada vez más presentes a medida que el grito menguaba y Kalrc Keply dejaba de existir.
El cuerpo del hombre con el que había trabajado durante la última semana fue hallado el día siguiente de la grabación del video con una sangre espesa y mezclada con pequeños trozos de músculo brotados de la garganta y de los ojos, sin rastros del absurdo accidente de cara que figuraba en dicha grabación.
No quiero imaginar nunca qué sintió el desafortunado doctor en esa noche.
Onda sonora de el "sonido del placer"
Esta historia está basada en una experiencia personal con el “idoser” es un programa que trata de hacer lo que hizo Kalrc Keply con su experimento. El idoser funciona de diferentes maneras para las diferentes personas, a mi personalmente los efectos de todas las dosis de este programa me causaron efectos muy leves, pero hubo una dosis en particular que se llama “Gate of Hades” que me provocó una sensación de terror y alteración incontrolables. La grabación dura 30 minutos y si no es escuchada entera, no causa ningún efecto. No puedo subir el archivo acá porque ahora mismo no lo tengo a mano, pero es muy fácil conseguir el idoser por Internet de forma gratuita. La experiencia con Gate of Hades no es desagradable pero es muy fuerte y aterradora.
tratando de probarlo no se si sea el real---- despuesles paso que paso.