Un par de actores de teatro llevaron a su pequeño hijo de no más de 7 años, a uno de sus ensayos, se quedó en el cuarto de vestuario y utilería a cargo de una colaboradora.
Ahí encontró espadas, muros falsos, y en un apartado rincón… en un viejo baúl, había un payaso un poco más alto que él, con un traje lleno de motas de colores y peluca naranja. El chico adoraba los payasos, pero mas añoraba algún día poder ser uno, así que la muchacha no vio inconveniente alguno en desvestir al muñeco y prestarle las ropas al chiquillo para que las llevara a casa y se divirtiera un poco.
Por más que el chiquillo insistía en dormir con el traje de payaso puesto, su madre lo impidió y lo dejó en la habitación, colgado en un gancho para que pudiera verlo desde cada rincón.
A mitad de la noche, el rechinido de la ventana lo hizo despertar, cuando abrió los ojos, el gancho estaba meciéndose, y el traje había desaparecido. Molesto pensando que su madre lo había tomado, se levantó a prisa de la cama… y en un segundo salto a ella de nuevo. Había pisado algo aguado, que hacia ruido. Asomó su cabeza lentamente, hacia abajo, y era un pequeño juguete de aire.
Bajó de nuevo de la cama para tomarlo, y una mano de trapo, agarró su pierna y lo tiró al suelo, en un instante, el payaso del baúl estaba sobre él, con una expresión endemoniada en el rostro.
Rasgando todas sus ropas repetía de forma siniestra. Para que sientas el mismo frió que sentí yo hasta dejar al niño desnudo y empezar con mas furia a rasgar su piel.
Pero con tanto ruido y gritos los padres irrumpieron en la habitación para ver que estaba pasando, solo pudieron ver una indefinida silueta deslizarse rápidamente debajo de la cama, y encontrar un montón de piel y órganos de lo que alguna ves fue su hijo.
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