El Tren Al Infierno


Dos ladrones que huían de la Policía llegaron hasta la estación de metro. Entre los tiroteos y gritos la máquina emprendió su marcha, escapando dentro de ella los ladrones. Era de noche así que en el vagón sólo había dos personas más, una de ellas era un mugriento mendigo encapuchado, que se tambaleaba gracias a una gran borrachera, y atesoraba entre sus manos una bolsa de papel con la que protegía una botella de licor. La otra apersona era un hombre que parecía abogado, llevaba un impecable traje.

Sintiéndose tranquilos de haber escapado temporalmente planeaban que hacer en la siguiente estación ya que seguramente la policía los esperaba. Cuando se acercaban a la estación para sorpresa de los ladrones, el tren no se detuvo, por el contrario aumentó su velocidad. Pensando que eran dirigidos a otro lugar donde la policía pudiera atraparlos con mayor facilidad, fueron en busca del maquinista para obligarlo a detenerse, pero las puertas parecían selladas, ni aun disparando podían abrirlas.




Pasaron por una nueva estación a toda velocidad, pero esta vez notaron algo extraño. La gente que esperaba en el andén no parecía ver la potente máquina que cruzaba a toda velocidad por la vía. El tren aumentaba su velocidad de forma alarmante, parecía que se metía en entrañas de la tierra. Porque el vagón se inclinaba conforme avanzaba. La luz empezó a parpadear, y cada vez que el vagón se iluminaba de nuevo, lucia cada vez más tétrico. Le brotaba sangre de las paredes, los asientos estaban oxidados y el plástico derretido.


Aterrorizados los dos maleantes no pronunciaban palabra alguna, vieron ante sus ojos una nueva estación, que en lugar tenia cámara de tortura en la que despellejaban vivo a un desdichado que gritaba de dolor mientras lloraba sangre. Pasaron así varias cámaras mientras el tren bajaba la velocidad. Parecía hecho a propósito para que los pasajeros pudieran presenciar, las más crueles y brutales formas de torturar y causar dolor.


Cuando el tren se detuvo el mendigo de brillantes ojos amarillos y rostro rojo adornado por una puntiaguda barba dijo: -Tú te bajas aquí, estafador– levantando al hombre de traje con un solo brazo y lanzándolo fuera.


De inmediato el suelo, se formaron dos sombras que lo sujetaron con fuerza llevándolo hasta una fosa llena de gusanos. El estafador comenzó a gritar mientras los gusanos le atravesaban la piel y comenzaban a devorarle por dentro.


Dirigiéndose a los dos ladrones les dijo –Ustedes no tienen tanta suerte, su lugar está mucho más abajo-


Al día siguiente se anunció en los periódicos anunciaron la muerte de un policía y dos atracadores muertos a balazos a pocos metros del tren en el que pretendían escapar.




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