''La granja de los lunáticos''


Dentro del amplio rango en el que se pueden encuadrar los lugares abandonados, sin duda los hospitales y psiquiátricos poseen el primer puesto por lo espeluznante y macabro de los escenarios en los que se transmutan con el paso de los años. Estados Unidos es una fuente inagotable de estos “Hospitales de lunáticos”, como se solían llamar antaño. Edificios de tamaños descomunales en los que uno podría perderse en sus marañas de pasillos sin fin, en sus decenas de salas idénticas, en sus escaleras que suben hasta alturas más que considerables y que, en ocasiones, bajan hasta sótanos todavía más profundos.



El hospital que os traigo hoy es una clara muestra de ellos, un gigante por el que durante más de un siglo han pasado cientos de miles de pacientes y al que la modernidad y la funcionalidad de los nuevos centros médicos acabaron por cerrar sus puertas. En este lugar no hay leyendas, ni fantasmas, ni gritos en la noche. El abandono es tal que ni los espíritus han querido quedarse por allí.

Quizás ese silencio, o mejor dicho, esa ausencia de sonidos, más allá del crujir de oxidadas bisagras y del aleteo esporádico de alguna paloma que ha hecho de este lugar su hogar, es lo que otorga a este edificio un aspecto tan lúgubre y macabro.



Este es el Hospital Psiquiátrico de Kings Park, y esta es su historia:

Para aliviar a la ciudad de Nueva York de la creciente población de enfermos mentales, se decidió construir una institución donde los pacientes pudiesen ser tratados lejos de la ajetreada vida de la ciudad.

Con este fin comenzó a construirse en 1885 el Kings Park Lunatic Asylum, en un entorno rural del condado de Suffolk. La primera edificación constaba de unos pocos edificios de madera donde los enfermos podrían ser rehabilitados, rodeados de campos de cultivo que pertenecían al propio hospital y que, aparte de llenar las despensas del psiquiátrico, servían como terapia constructiva para algunos pacientes. El que pronto comenzó a ser conocido como “La granja de los lunáticos”, no tardó en quedarse pequeño y en el año 1895, pasa a tomar el control el estado de Nueva York y cambia de nombre de nuevo, llamándose ahora Hospital Estatal de Kings Park.



El complejo se ampliaría y modernizaría considerablemente, dotándolo incluso de una planta de energía, una zona para enfermos de tuberculosis y otra para veteranos de guerra, entre muchas otras. El éxito de la terapia con la agricultura anterior, llevaría al hospital a ser completamente autosuficiente, sumando a las tareas agrícolas otras de diversa índole como la construcción, la confección de ropa o la preparación de alimentos.

El cambio de siglo llegó al Kings Park con casi 3.000 pacientes y 450 trabajadores. A mediados del siglo XX llegó a su pico máximo con 9.000 internos y unas tasas de hacinamiento bastante preocupantes. Esta sobre población de enfermos no fue un hecho aislado, pues en todos los hospitales del país ocurría lo mismo. La depresión económica y los gastos bélicos de los años anteriores pasaban factura y en los presupuestos no había hueco para nuevos hospitales, y estas mismas causas también eran origen de que los enfermos mentales creciesen en número año a año.



Así pasaron un par de décadas más, hasta los años 70, cuando de nuevo se reactivaron las construcciones de nuevos y modernos hospitales. El mantenimiento de estos monstruos centenarios resultaba demasiado caro para el estado y, lentamente, los enfermos fueron siendo trasladados a otros lugares.

En 1975, y con muchas de sus áreas ya cerradas, el hospital pasó a conocerse como Centro Psiquiátrico de Kings Park o “KPPC”. El proceso de cierre fue lento y paulatino y no concluyó hasta 1996. A excepción de dos pequeños edificios anexos que todavía siguen en funcionamiento como residencia de ancianos, el hospital quedó en total abandono desde entonces y hasta día de hoy.

El terreno de cientos de hectáreas perteneciente al hospital sería muy productivo para cualquier comprador avezado y podría conseguirlos por su precio tasado, que son unos 55 millones de dólares, con el único inconveniente de que el costo de la demolición y limpieza del hospital se eleva a unos 80 millones, teniendo en cuenta las toneladas de amianto que se usaron en su construcción y que necesitan ser tratadas como material contaminante en la demolición.

Con lo cual, parece ser que este fantasmal edificio todavía se mantendrá en pie durante mucho tiempo.

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