No confíes en él



Un día Alfon realizaba una encuesta de puerta en puerta por una calle que no conocía muy bien, y se encontró con un niño que lloraba desconsoladamente en la acera. Cuando el joven preguntaba que le pasaba, el pequeño solo apuntaba con su dedo hacia una vieja casa abandonada, y decía que otros chicos mayores habían arrojado su pelota dentro, y le daba miedo ir a buscarla porque adentro estaba oscuro y polvoriento.



Alfon ya estaba bastante crecido para temerle a la oscuridad así que su buena obra del día, sería ir a traer la pelota para que el pequeño parara de llorar.

Subió tres viejos escalones, para llegar al portal y una vez hubo cruzado el umbral, la pesada vieja puerta de madera que parecía tener años sin moverse, se cerró tan ligera que no le dio al muchacho ni tiempo de reaccionar. Se dirigió al segundo piso, pues según le había indicado el chiquillo, allá fue a parar la pelota después de romper una ventana.

Al llegar hasta allá, no pudo evitar la sorpresa, de ver la habitación en tan buen estado, no era solo que no concordaba con todo el resto de la vieja casa, si no que parecía que alguien aun habitaba en ella. Se podía apreciar en las paredes, la fotografía de una gran familia, y al acercarse, vio que uno de los chicos era completamente idéntico al que le había pedido ir a buscar la pelota.

Se asomó por la ventana y el niño ya no le esperaba en la acera, así que rápidamente se dio vuelta para ir a buscarlo, pero él salió detrás de un muro y le dijo:

-Te mataran, como me mataron a mí…-

Días después encontraron el cuerpo de Alfon, muerto de igual manera que aquel pobre chico, años atrás.
 


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